viernes, 7 de agosto de 2009

GRIPE PORCINA ALIMENTOS TRANSGENICOS?

No se probó que los alimentos transgénicos produzcan algún efecto genético sobre el inidviduo que se alimenta con ellos, sea animal o humano. Pero tampoco se probó lo contrario. Sin embargo,la industria química no se atreve a modificar genéticamente las semillas para que la planta se haga resistente a los antibióticos que se suministran a los seres humanos contra las infecciones. Eso quiere decir que hay un lugar para un "por las dudas". Un "por las dudas no vayamos a provocar que a los seres humanos dejen de hacerles efecto los antibióticos en las enfermedades infecciosas". Hasta aquí llegó el resto moral de las empresas de agroquímicos y semillas resistentes modificadas genéticamente.

Nadie va a poder contestar la siguiente pregunta ni por sí, ni por no: ¿Será la soja la que hizo el cambio genético del virus de la gripe del cerdo? La duda está en el aire y nadie se atreve a hacerla. Los diarios, menos. Éstos protegen los intereses de los grandes capitales, entre los que se cuentan los laboratorios como Monsanto, y ni qué hablar de los rentistas del campo junto a los bancos que participan en sus enormes negocios.

¿Será culpa de la soja que comen los cerdos que se modificó el virus de la gripe? Eso no lo podemos asegurar. Lo que por lo menos podemos decir, es que los argumentos a favor de las modificaciones genéticas de las plantas, están quedando eclipsados.

Se dijo que las semillas transgénicas necesitarían menos fertilizantes y venenos con lo que se protegería el medio ambiente, pero la soja se come vivos a los campos y los deja yermos. Se dijo que se podrían producir más cantidad de alimentos para la humanidad, pero la soja es para los cerdos, y en nuestro país, como en otros sin regulación, està reemplazando a los demás cultivos para alimento del hombre porque es más rentable que los demás. La genética no alimentó a los hambrientos pero sí a la renta de los capitales agrorentísticos. Se dijo que las plantas transgénicas asegurarían el ecosistema y el medio ambiente impidiendo la tala de bosques ya que las producciones serían más efectivas sin necesidad de agregar superficie de cultivo. Pero la fácil rentabilidad de la soja provoca cada vez más adeptos y la tala de los bosques es su principal consecuencia, siendo uno de los factores de la propagación del dengue.

Ahora el virus de la gripe porcina mutó y ataca al ser humano. El principal alimento de los cerdos es la soja transgénica. ¿No es hora de sospechar que es posible que el alimento transgénico termine siendo letal para el ser humano? Nadie puede asegurarlo.

Suponiendo que no lo fuera, igualmente el daño hecho al hombre por el extraordinario éxito de las plantaciones transgénicas y del alimento barato para la cría animal es enorme. Parece extraño que el éxito pueda conspirar contra el ser humano, pero no es mentira. Esto ha sucedido porque aparecieron los grandes capitales financieros, desplazando a las tradicionales pequeñas y numerosas granjas familiares que sostenían el negocio en el mundo entero.

Esa nueva disponibilidad de alimentos para animales ha atraído la inversión al negocio de la cría de aves, ganado vacuno y porcino, tanto como a la siembra de plantas transgénicas que sirven para alimento de los animales. Pero para atraer a esos capitales hubo de mediar una técnica de producción extensa e intensa, tanto para la siembra de transgénicos como para la cría de aves y ganado. Ya conocemos la siembra directa de la soja, la de la anexión de enormes superficies por arrendamiento y la existencia de un veneno eficaz para el cultivo como es el glifosato. La técnica de cría de animales en cambio, reemplaza la multitud de espacios aislados en cada granja por espacios más grandes pero exiguos, dada la concentración y el hacinamiento de millones de animales, hacinamiento necesario para que el negocio sea rentable.

Hace mucho tiempo que los virólogos observan el fenómeno de concentración hacinante de animales con preocupación. El sistema de agricultura intensiva de la China meridional fue calificado hace décadas como el principal vector de la mutación gripal: tanto de la "deriva" estacional como del episódico "intercambio" genómico.

La reciente industrialización granempresarial de la producción pecuaria del mundo, ha roto el monopolio de China en la responsabilidad de la evolución de la gripe. El sector pecuario se ha visto transformado en estas últimas décadas en algo que se parece más a la industria del petróleo que a la feliz granja familiar que pintaban los libros románticos.

Vamos a los números. En el año 1965, en un millón de granjas de EEUU estaban repartidos 53 millones de cerdos. Un promedio de 53 cerdos en cada granja. Hoy, en 65 mil instalaciones de cría bajo técnica intensiva habitan 65 millones cerdos. Un promedio de 1000 cerdos en cada instalación. "Eso ha significado pasar de las anticuados chiqueros a ciclópeos infiernos fecales de techados metàlicos, llenos de estiércol y calor sofocante, donde se hacinan millares de animales prestos a intercambiar agentes patógenos a la velocidad del rayo, con sus más que debilitados sistemas inmunitarios".

En 2008, una comisión convocada por el Pew Research Center en EEUU, publicó un informe sobre la "producción animal en granjas industriales", en donde se denunciaba el agudo peligro de que "la continua circulación de virus (…) característica de enormes piaras, rebaños o hatos, incremente las oportunidades de aparición de nuevos virus por episodios de mutación o de recombinación que podrían generar virus más eficientes en la transmisión entre humanos".

La comisión alertó también acerca de que el uso indiscriminado de antibióticos en las factorías porcinas –más barato que para humanos— estaba propiciando el auge de infecciones estafílocóquicas resistentes, mientras que los vertidos fecales generaban brotes de escherichia coli y de pfiesteria (el protozoo que mató a mil millones de peces en los estuarios de Carolina y contagió a docenas de pescadores). Pero la comisión también habló de una obstrucción sistemática de sus investigaciones por parte de las grandes empresas, incluidas amenazas de suprimir la financiación de los investigadores que cooperaran con la comisión.

Se trata de una industria muy globalizada y con influencias políticas en cada país. El gigante avícola Charoen Pokphand de Bangkok logró impedir las investigaciones sobre su responsabilidad en la propagación de la gripe aviar en el sureste asiático. La epidemiología forense que estudia hoy el brote de gripe porcina, seguramente se va a dar de bruces contra el negocio de la industria del cerdo.

Ya corre el rumor en la prensa mexicana de un epicentro de la gripe porcina situado en torno a una gigantesca filial de Smithfield en el estado de Veracruz. Smithfield Farms (porcino y vacuno) y Tyson (pollos) son dos grandes conglomerados transnacionales avícolas y ganaderos radicados en México.

Pero lo más trágico de toda esta situación es la fe en la estrategia antipandémica de la OMS, que cree poder proporcionar ayuda ante las pandemias a países que no pueden asegurar la calidad de la sanidad pública local en épocas normales. Desde las primeras muertes por H5N1 en 1997, en Hong Kong, la OMS, con el apoyo de la mayoría de administraciones nacionales de sanidad, ha promovido una estrategia centrada en la identificación y el aislamiento de una cepa pandémica en su radio local de brote, seguidos de una masiva administración de antivirales y –en caso de disponibilidad— vacunas a la población.

Una legión de escépticos ha criticado ese enfoque de contrainsurgencia viral, señalando que los microbios pueden ahora volar alrededor del mundo mucho más rápidamente de lo que la OMS o los funcionarios locales puedan llegar a reaccionar al brote original. Los brotes en EEUU revelan que el virus está viajando ya a mayor velocidad de la que viajó con la última cepa pandémica oficial, la gripe de Hong Kong en 1968.

Esos expertos han observado también el carácter primitivo, y a menudo inexistente, de la vigilancia de la interfaz entre las enfermedades humanas y las animales. Pero el mito de una intervención audaz, preventiva (y barata) contra la gripe aviar ha resultado la excusa con la que los países ricos como los EEUU y el Reino Unido, justifican invertir en sus propias líneas Maginot biológicas, antes que incrementar drásticamente la ayuda a los frentes epidémicos avanzados de ultramar. Han sacado ganancia de este mito también las transnacionales farmacéuticas, enfrentadas en una guerra contra las exigencias de los países menos ricos empeñados en la producción pública de antivíricos genéricos.

La versión de la OMS de que está preparada para una pandemia aunque no haya fomentado vigilancia ni legislación regulatoria, ni salud pública básica con acceso global a fármacos vitales, será ahora puesta dramáticamente a prueba por la gripe porcina.

El sistema de alertas está condenado a fallar, sencillamente porque no existe. Ni siquiera en EEUU y en la Unión Europea. Tal vez no sorprenda que México carezca de capacidad y de voluntad política para gestionar enfermedades avícolas y ganaderas, pero la situación no es mejor en los EEUU, en donde la vigilancia se tropieza con un mosaico de jurisdicciones estatales y las grandes empresas pecuarias se oponen a las regulaciones sanitarias con la misma indiferencia con que tratan a los trabajadores y a la cría de animales. Análogamente, una década entera de advertencias de los científicos fracasó en garantizar transferencias de tecnología viral a los países situados en las rutas pandémicas más probables. México cuenta con expertos sanitarios de reputación mundial, pero tiene que enviar las muestras a un laboratorio de Winnipeg para descifrar el genoma de la cepa. Así se ha perdido toda una semana.

Pero nadie menos alerta que las autoridades de control de enfermedades en Atlanta. De acuerdo con el Washington Post, el CDC [Centro de Control de Enfermedades] no se percató del brote hasta seis días después de que México impuso medidas de urgencia. No hay excusa que valga.

Lo paradójico de esta gripe porcina es que había sido ya pronosticada con gran precisión. Hace seis años, la revista Science dedicó un artículo importante a señalar que "tras años de estabilidad, el virus de la gripe porcina en EEUU ha dado un salto evolutivo vertiginoso".

Desde su identificación durante la Gran Depresión, el virus H1N1 de la gripe porcina sólo había experimentado un pequeño cambio de su genoma original. Luego, en 1998, una cepa muy patógena comenzó a diezmar hembras porcinas en una granja de Carolina del Norte, y empezaron a surgir nuevas y más virulentas versiones año tras año, incluida una variante del H1N1 que contenía los genes internos del H3N2 (causante de la otra gripe de tipo A que se contagia entre humanos).

Los investigadores entrevistados por Science se mostraban preocupados por la posibilidad de que uno de esos híbridos pudiera llegar a convertirse en un virus de gripe humana –se cree que las pandemias de 1957 y de 1968 fueron causadas por una mezcla de genes aviares y humanos fraguada en el interior de organismos porcinos—, y urgían a la creación de un sistema oficial de vigilancia para la gripe porcina: admonición a la que prestó oídos sordos un Washington dispuesto entonces a tirar miles de millones de dólares en la cloaca de las fantasías bioterroristas.

La gripe porcina nos amenaza ahora, no por un designio azaroso de los astros, sino como hecho culminante encadenado a la de crisis del capitalismo que produjo la caída del sistema de negocios globalizado al fin de la era Bush, que junto a la ruleta rusa de las inversiones financieras, contribuyó al progresivo deterioro de la salud pública mundial, al secuestro aplicado por las grandes transnacionales farmacéuticas de medicamentos vitales y produjo la catástrofe planetaria de una producción pecuaria industrializada y ecológicamente desquiciada.